Hablemos de paz en paz.

La madurez política es algo que no todos alcanzamos, en mi caso particular, mi discurso político ha ido evolucionando y tornándose cada vez más central; para Allende, ser joven y no ser de izquierda podría ser considerado como una contradicción (hasta “biológica”, según sus propias palabras). En Colombia, parece un común denominador que muchas personas se consideren apolíticas y se interesen poco en los temas públicos y electorales, y esto se ve reflejado en las urnas o en el poco seguimiento que se le dan a estas noticias.

Un ejercicio curioso de realizar, es analizar lo “más leído” de los diarios y/o revistas de mayor importancia en el país, pocas veces estos se centran en temas políticos, a menos de que sean noticias de gran envergadura para el terreno nacional; lo normal suele ser que en estas listas se encuentren noticias de judiciales, farándula o deporte…

Pero, más allá del interés real o no en dichos temas, lo que mayor curiosidad causa es el lenguaje de odio que se maneja al hacer referencia a algunos personajes públicos o temas sensibles en el orden nacional, como es el caso del proceso de paz que adelanta el gobierno de Juan Manuel Santos con la guerrilla de las FARC. Y es aquí cuando vuelvo a hacer referencia sobre la madurez política entre los habitantes del país.

Cada vez que se tocan temas como la paz, víctimas, presidente o ex presidentes en las redes o espacios donde los ciudadanos de a pie puedan manifestar su opinión, pareciera que fuera vía libre para lanzar improperios y palabras llenas de odio y amargura, lo que suele dar inicio a rencillas entre quienes tienen diferentes puntos de vista, cerrando cualquier posibilidad a un dialogo constructivo.
Ante esto uno se pregunta, ¿En verdad es posible hablar de paz en un país, donde una noticia da para una batalla campal entre nombres con rostros escondidos detrás de pantallas de computadores?
Pareciera que fuese verdad esa premisa que dice que los colombianos son (somos) conflictivos, premisa que, en lo personal, me niego a creer. Estamos inmersos en una cultura del odio y el rencor, en donde desde pequeños nos han enseñado que lo diferente es “malo”, nos negamos a aceptar posiciones religiosas, económicas, políticas y sexuales diferentes a lo que consideramos como “correcto” o “normal”. Mientras que no podamos aceptar diferentes cosmovisiones, es imposible hablar de paz y reconciliación, se hace necesario que aceptemos y comprendamos al otro.

“Ponernos en el lugar del otro”, esa mágica frase que nos brinda Kant como uno de los 3 requisitos para alcanzar la mayoría de edad, y salir del oscurantismo, ¿Cuándo los colombianos alcanzaremos la mayoría de edad?, ¿Cuándo podremos sentarnos en la mesa sin llamarnos unos a otros terroristas, castro-chavistas, paracos, rateros, y un largo etc.?


Si algún día eso es posible, ese día podremos hablar de una verdadera paz, de resto, son solo formalismos y firmas de papeles, la paz real empieza desde las bases, de romper con estos paradigmas de odio que lo único que traen es continuar con la violencia. Sin un cambio cultural, la paz no es más que una utopía.

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